Una de las formas más fáciles y divertidas de viajar dentro de China es en tren. Este país tiene una red ferroviaria impresionante que conecta prácticamente todos los rincones del territorio. Puedes elegir desde trenes de alta velocidad, como el famoso Maglev que alcanza hasta 400 kilómetros por hora, hasta trenes tradicionales donde puedes pasar hasta 24 horas viajando.
Cuando viajé por China con mi novia, los trayectos internos los hicimos en tren. Nuestro primer viaje fue de Shanghái a Pekín en un tren de alta velocidad. Aunque fue caro, la experiencia valió la pena: la comodidad era increíble y ni siquiera notabas que viajabas a más de 200 kilómetros por hora. Repitimos la experiencia en el trayecto de Pekín a Xi’an, ya que visitar esta ciudad era un sueño para mí, sobre todo por los famosos guerreros de terracota.
Camino a Guangzhou
Después de maravillarnos con los guerreros de terracota, decidimos viajar a Guangzhou, ya que quería ver unos pandas trillizos en una reserva natural. Sin embargo, había un problema: estábamos cerca de agotar nuestro tiempo legal de estadía en China, por lo que debíamos movernos rápido hacia la frontera. Fuimos a la estación de tren más cercana y compramos boletos para un tren nocturno que salía a las 10:15 PM y tardaba 24 horas en llegar a Guangzhou. Era un trayecto largo, pero también económico, así que lo tomamos.
Al llegar a la estación, notamos que esta no tenía nada que ver con las modernas terminales de trenes de alta velocidad a las que estábamos acostumbrados. Aquí se veía la “realidad” de China: personas escupiendo en el suelo, niños haciendo sus necesidades en basureros porque los baños no funcionaban, y gente comiendo noodles directamente de bolsas de plástico. Sin embargo, esto formaba parte de la experiencia de conocer la cultura local.
El tren del terror
Cuando llegó el momento de abordar, notamos algo extraño: nuestros boletos solo indicaban el número de vagón, pero no un asiento asignado. Pensamos que al llegar al vagón nos asignarían un lugar o, en el peor de los casos, tendríamos que viajar separados. Sin embargo, al abordar el vagón 04, nos llevamos una sorpresa: el tren estaba abarrotado, el aire estaba cargado de humo de cigarrillos y había un fuerte olor a curry.
Éramos los únicos extranjeros en el vagón, y rápidamente nos dimos cuenta de que no había asientos disponibles. Vimos personas tiradas en el suelo y los baños estaban inutilizables. Finalmente, encontramos un lugar donde sentarnos y colocamos nuestras mochilas de 20 kilos en las piernas, ya que no había espacio donde dejarlas.
De repente, un hombre con aspecto intimidante se acercó, gesticulando enérgicamente y señalando que estábamos en su asiento. Aunque no entendíamos lo que decía, su tono era claramente hostil. Sin más opción, nos levantamos y comenzamos a caminar hacia el final del vagón, cargando nuestras mochilas.
Momentos de tensión
Mientras caminábamos, mi novia, nerviosa, llevaba su mochila colgada de un solo asa y, sin darse cuenta, golpeaba a las personas que estaban en su camino. Esto no ayudó a calmar la situación, ya que varios pasajeros nos miraban con evidente descontento. El ambiente se volvía cada vez más tenso, y el nerviosismo comenzaba a apoderarse de nosotros.
Cuando el tren emitió el sonido indicando que estaba a punto de partir, tomé una decisión: “¡Bájate!” le grité a mi novia. Ella, sin dudarlo, comenzó a avanzar hacia la salida, golpeando con su mochila a más personas en el camino. Llegamos a la salida justo a tiempo y nos bajamos del tren.
La salida
Al bajar, un guardia de seguridad nos detuvo y nos pidió los boletos. Tratamos de explicarle, con señas, que no queríamos continuar en el tren. Aunque al principio se mostró confundido, finalmente entendió y nos dejó salir, no sin antes reírse en nuestra cara.
Ya fuera del tren, con los nervios aún presentes, decidimos dirigirnos a la estación de trenes de alta velocidad, que sabíamos que era más segura. Sin embargo, al llegar, descubrimos que estaba cerrada. Intentamos tomar un taxi, pero nadie entendía inglés ni español. Finalmente, un conductor aceptó llevarnos tras escribirle la dirección del hostal donde nos habíamos hospedado.
Al llegar al hostal, la recepcionista nos miró sorprendida. “¿Qué pasó?” nos preguntó. Con una mezcla de frustración y alivio, simplemente respondí: “Perdimos el tren.”
Reflexión
Al día siguiente, tomamos el tren de alta velocidad hacia Guangzhou, que nos llevó allí en solo seis horas. Llegamos incluso antes de lo que habríamos llegado con el tren nocturno, al que bautizamos como el “tren del terror”.
Viajar nos enseña lecciones importantes, y no siempre tomamos las mejores decisiones. En esta ocasión, solo fue un susto, pero estoy seguro de que algo malo podría haber ocurrido si hubiéramos permanecido en ese tren durante 24 horas. Investigar y planificar bien cada trayecto es clave para disfrutar de la aventura y evitar momentos de terror.
Autor: Jesús Martínez Rippe
Instagram: @jesusmartinezrippe